La meditación se caracteriza normalmente por tener algunos de estos rasgos:
Un estado de concentración sobre la realidad del momento presente
Un estado experimentado cuando la mente se disuelve y es libre de sus propios pensamientos
Una concentración en la cual la atención es liberada de su común actividad y focalizada en Dios (propio de las religiones teístas)
Una focalización de la mente en un único objeto de percepción, como por ejemplo la respiración o una recitación de palabras constante.
Sentarte derecho te permite abrir el pecho, para que puedas respirar con libertad y esto, a su vez, te ayuda a desarrollar y mantener un estado de atención consciente alerta, pero relajado.
Te mostraremos cómo adoptar una postura efectiva de tres maneras: sentado en una silla, sentado en un cojín o un banquito y sentado con las piernas cruzadas. Todas estas posturas son buenas. Lo importante es encontrar la que te resulte cómoda.
Recuerda: puede ser que te parezca elegante sentarte con las piernas cruzadas pero, si no tienes la flexibilidad para eso, sencillamente vas a sufrir. Sé bueno contigo mismo. Elige una postura que te acomode.
Cada vez que escuchamos música del alma, obtenemos inspiración y deleite. En un abrir y cerrar de ojos, la música puede elevar nuestra conciencia. Pero si además rezamos y meditamos, estamos indudablemente más iluminados y colmados que un amante de la música que no está conscientemente llevando una vida espiritual.
No tratemos de entender la música con nuestra mente. Ni siquiera tratemos de sentirla con nuestro corazón. Simple y espontáneamente dejemos que el pájaro de la música vuele en el cielo de nuestro corazón. Al volar, revelará incondicionalmente lo que tiene y lo que es. Lo que tiene es el mensaje de la Inmortalidad. Lo que es, es el pasaje de la Eternidad.
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